Tras la luz intensa y viva de colores del verano, nos llega el otoño, triste, húmedo, los días se hacen cada vez más cortos y la luz es cada vez menos intensa. Los colores del otoño como pueden ser los amarillos y las naranjas que desvelan las hojas cuando la clorofila se desvanece provienen de las xantofilas y los carotenos, sustancias que también participan en la fotosíntesis absorbiendo la luz que la clorofila no puede absorber, y que además tienen una función protectora antioxidante. Son pigmentos muy comunes que también encontramos en las flores y en muchos alimentos, como las zanahorias, los plátanos y la yema de los huevos. Los pigmentos protegen las hojas del Sol y reducen su punto de congelación, dándoles protección ante el frío. Las hojas permanecen más tiempo en el árbol y así los azúcares, el nitrógeno y otras sustancias valiosas pueden ser evacuados antes de que la hoja caiga.
En otoño los colores sueles ser armoniosos, dan sensación de tranquilidad y sin duda provocan sensaciones de romanticismo. Es una estación que se presta a caminar y recorrer las áreas naturales, los parques, los caminos de pueblos, los bosques, parques y jardines, donde las hojas caídas por el peso del primer del rocío, nos dan calma y nos lleva a la reflexión, invitándonos a la lectura, a escuchar música, a relajarse.
En apenas dos meses los árboles pasan de estar verdes a no tener ninguna hoja, mientras tanto sus hojas han recorrido los más bellos colores desde el verde pálido, los amarillos y los ocres más diversos mezclados con tonos naranjas, rojizos o pardos, este cambio cromático cambia el paisaje y aspecto de nuestros bosques, parajes, valles, parques, jardines que conviven con el verde de los árboles de hoja perenne, llenando estos espacios de una luz rojiza, diferente y mágica.
La lluvia de Otoño, además de nostalgia, refleja en el agua sus colores tenues, invitándonos a soñar, en donde sus reflejos nos lleva a crear tristes poesías dentro de sus tonos grises nos aparece un gran arco iris lleno de tonalidades suaves.
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